domingo, 14 de noviembre de 2010

Bogotá, una historia de amor: Andrés Carne de Res

Internándose en sus calles y secretos, Alejandro Saldívar recorre Bogotá para constatar su obvio resurgimiento como metrópoli cosmopolita, de alta calidad de vida.

...Lo que sigue es la piedra angular del viaje; la razón más importante del autor de este artículo para viajar a Colombia. A solo 35 kilómetros de Bogotá, en la misma ruta hacia el norte, se encuentra el restaurante, bar, bailadero, vividero, ligadero, tertuliero y estudio experimental de teatro humorístico más divertido del planeta Tierra. Su autor —hecho celebridad internacional—, Andrés Jaramillo, es el segundo gran visionario restaurantero de Bogotá que, a diferencia de Katz, solo tiene un restaurante con 180 mesas y capacidad para más de 2.000 personas.

Andrés Carne de Res (Calle 3 #11A-56, Chía) recibe 6.000 adictos comensales por semana porque lo que ahí sucede los fines de semana rebasa los límites de la ficción para internarse en los confines de la poesía. No es política de esta revista emitir juicios tan contudentes de valor pero la calidad diferenciada que Jaramillo ha dado a este jacalón de techos bajos, luz de velas y lámparas tenues es único en Latinoamérica y en el resto del mundo. Al llegar, 12 molinos quijotescos motorizados advierten la entrada entre árboles del restaurante. De cada centímetro cuadrado de postes, muros y techos de su interior cuelgan objetos, fotos, esculturas, máscaras, antigüedades, espejos, letreros divertidos y lámparas rojas en forma de corazón que Andrés y María Estela, su mujer, han colocado con gracia y sorprendente estética durante 22 años de existencia del negocio. La música, mezclada por un disk jockey desde la una de la tarde, tiene el volumen perfecto y elección atinada. Platos de patacón con hogao, papas criollas, chicharrones y arepas de todo tipo invaden la mesa a la par del aguardiente y las cervezas Rubí, marca exclusiva del establecimiento.

De mesa en mesa viajan estudiantes de actuación disfrazados de carteros, en trajes típicos o como se le ocurra a Andrés ponerlos ese día, acompañados por trompetistas, luces de bengala y regalitos. Más tarde vendrán las carnes, las ensaladas y más aguardiente. Cuando uno menos lo sospecha ya son las nueve de la noche y el lugar se empieza a atiborrar de personajes de tres generaciones sedientos de rumba. Empieza el baile y las carcajadas y el ambiente se torna imposible de superar. Los cigarros (puros), las fotos y hasta las aspirinas llegan en envolturas sencillas pero con enorme creatividad, dándole un sentido humano a todo. Este es, a mi parecer, el local donde se celebra la vida con más intensidad del planeta, y vivo bajo el lema de que entre más veces vaya en la vida, más feliz seré. Bien vale la pena un viaje a Colombia solo para conocer este lugar favorito de todo quien, alguna vez, entró por las fauces de su puerta.

Debido a su difícil comercialización turística y baja opinión en el subconsciente colectivo de los viajeros del mundo, Bogotá es, para bien y para mal, uno de los deslumbrantes secretos mejor guardados del continente. Los que pierdan el prejuicio serán remunerados con la sorpresa de una ciudad voluptuosa, rodeada de cerros verdes, con colores y climas cambiantes. Y como cualquier capital que se respete, aquí se consigue de todo: desde los perfumes más sofisticados, hasta las pócimas legendarias y mágicas de los indios del Amazonas. ●

Entrada de ACR Chía







Pista de baile







Animación de Andrés Carne de Res





Y como Gabriel García Marquez describió: «Andrés Carne de Res, donde se acuestan dos y amanecen tres».

lunes, 8 de noviembre de 2010

Los Cerros de Montserrate, el mirador de Bogotá

En un lunes de cuya fecha no quiero acordarme, por hacer algo lúdico-creativo y olvidarnos —un poco— de lo lúdico-destructivo, subimos al Monasterio de Montserrate, una parada obligada para todo visitante del Distrito Capital de Colombia. Vamos, como lo que de toda la vida ha venido siendo subir al monte Artxanda para ver cómo es Bilbao sin uno mismo, pero en una megalópolis de unos 8 millones de habitantes censados.

Funicular de Montserrate

Para llegar se puede subir caminando, en teleférico o en funicular. Durante el trayecto se pasa de los 2.600 msnm de Santafé a los 3.152 del Cerro. Nosotros tomamos el funicular porque el teleférico y la ruta a pie se encontraban cerradas. Tal vez en otra ocasión, cuando esté el sendero de nuevo abierto al público y tengamos más y mejores glóbulos rojos subamos andando; dicen que merece la pena.

En el techo de Bogotá

Interior del Monasterio de Montserrate

Desde el funicular ya se aprecia la bonita vista sobre la ciudad, la cual, si el momento del día está claro, se pierde en el horizonte. En la cima está el monasterio, lugar de peregrinación desde la época colonial, y en su interior está la Virgen morena de Montserrat, que fue en su día traída de España; también hay miradores, zonas ajardinadas, un mercadillo de recuerdos y artesanías y restaurantes. Llama la atención la proximidad a la que pasan las nubes, habitualmente negras y espesas; se ven bajar mientras cubren los otros cerros para luego descender hacia la ciudad. Arriba la diferencia de temperatura también se nota; hay algunos grados menos, hará tal vez unos 10º-14º por el día.

Almorzando sopa de ajiaco, criollo, papas y chunchullo

Nubes sobre los Cerros de Motserrate

Un bonito lugar para salir de la ciudad, donde disfrutar de la panorámica, de aire limpio, de un buen canelazo caliente —generalmente a base de aguardiente, azúcar o panela y agua de canela— y de una comida típica.